viernes, 20 de noviembre de 2015

EL DESCONOCIDO

Recuerda es tu trabajo imaginar 



El desconocido


Era la tercera vez que pasaba por donde mismo Salmón y el viento comenzaba a revolverle el pelo, el único ojo que tenía le ardía por la corriente de aire, en Felluria últimamente el clima estaba cambiando, el viento se había hecho más violento y el Sol y la Luna habían estado más activos que nunca, pero hacía tiempo que la Luna había muerto y fue remplazada por un Luna menor... La pradera estaba desolada y a lo lejos se miraba el lago de Sutiló, no, no volvería a entrar ahí, la última vez que lo hizo quedó tan mojado como una verdura, sería mejor asomarse y esperar a que los súbditos salieran, pero no podía mencionar qué buscaba, hubiera sido su perdición. En aquella ocasión que invitó al mismísimo Rey del Fondo miró todo lo que tenía que ver y no encontró nada que él estuviera buscando, tendría que regresar mañana.

La tarde se cernía sobre él, el manto del día se transformaba y el viento bajaba de temperatura, el lago pronto haría su película de hielo, Salmón siguió caminando y llegó a su casa, una cabaña de madera y dulce, era una molestia que los pagaros volaran sobre ella así que instaló un mata pájaros y varias minas ruidosas, se activaban si las pisabas, él mismo era autosuficiente y cultivaba su alimento, repollo, lechuga morada, zanahorias azules, un poco de cebada roja, todo lo suficiente para su despensa, una vez que Gladian fuera asesinado por Richo y Max y esa cosa a la que llamaban Yovan, él había quedado desolado y a merced de cualquier fellullo carnívoro, o por lo menos a manos de un engendro de la imaginación de ese cabeza amarilla de tres ojos.  Los grillos ya cantaban cuando llegó a la siembre y tuvo que caminar pocos metros para entrar a su casa, encendió una veladora olorosa, no tenía muchas ganas de comer, pero se sentó en la mesa de roble, qué hermosa era la vida antes, Gladian era un gran rey, pero a los fellurios menores no les agradó su orden, destruyeron su castillo y dejaron en libertad a todos los locos. Gladian había tratado con gran cuidado a Salmón, era duro recordar a su señor, aquél que lo cuidó y protegió, sabía que lo amaba y lo quería, no tenía odio por nadie, pero sí tenía unas ganas inmensas de crecer como sus otros hermanos, era el típico fellullo que no crecía y se quedaba vagando por las cuevas comiendo piedras, lodo o algo por el estilo. La veladora comenzaba a emanar su olor peculiar de fresa, era un olor que le encantaba, pero pronto se terminarían y tendría que fabricar más, ya se había puesto oscuro completamente y no era justo que durmiera en el regazo de la mesa, subió con la veladora y se tiró en su cama, la colcha era estampada de estrellas y cometas. Se acostó y apagó la veladora. Entonces su mente ya no pudo con su consciencia y el subconsciente se apoderó del pequeño.

Las cortinas eran rojas, las grandes paredes estaban recién lavadas, el trono estaba siendo limpiado con aceites especiales, su señor tenía una armadura y capa, sería imposible que se resbalara, ya era de que abrieran las cortinas y viera ese antiguo cuadro suyo, un tal Hermes lo pintaba, pero no era el dios, no, era un simple hombre de carne, tenía el pelo castaño oscuro y ojos grises con amarillo, por alguna razón su señor lo respetaba de gran manera, puede que fuera muy importante para él, mas no más poderoso. Todo estaba listo cuando Gladian llegó y se sentó en su trono, movió la capa despectiva y elegantemente, su flama estaba más azul que de costumbre, normalmente era amarilla con rojo, tenía los cuernos un poco azulados por la misma luz, la guerra lo tenía cansado y Salmón resentía todo su estrés, él mismo había perdido bastante pelo, pero Gladian aseguraba que su muerte estaba cercana. 
-Mi pequeño Salmón- Dijo con un tono metálico, pero en vez de sonar como una espada recién lustrada, tenía un tono sumamente oxidado. Esto no hacía mas que preocupar al pequeño.
-Padre...
-Mi vida está a punto de terminar y quiero contarte tantas cosas-
Salmón podría sentir que lloraba, de su único ojo, y que toda aquella felicidad que algún día había sentido ante su padre o señor se iban.
-Quiero que sepas que lo que van a hacer es una consecuencia que yo estoy dispuesto a pagar y que nadie es culpable ni lo será por mi muerte ¿Entiendes eso?
Salmón no entendía, pues que hijo hubiera entendido las palabras de su padre, mas aún si hubieran sido éstas. Aún así, Salmó asintió. Tenía el ojo húmedo.
-Hace tiempo yo asesiné a la Luna y lo sabes, y un día yo tendré que pagar por ello, no me arrepiento pues fue mi sentido en ese momento, pero quiero que sepas que lo hice contra mi voluntad y que mi hermano Salü invadió mi mente, quiero que me prometas que cuando yo haya muerto, nunca irás a ver a su familia, ni a su reino.
-¿Él te invadió la mente...?
-No necesito que me reproches nada pequeño, necesito que me digas que lo harás y es todo, mañana tal vez muera, no necesito que lo digas ahora pues no me interesa, sólo sé que lo harás, ahora, déjame ver esa pintura.
Las cortinas se corrieron y dejaron ver aquella escena donde Gladian mataba por la espalda a la Luna, pero después de una gran batalla donde las nubes y pesadillas se había unido a él, la Luna como siempre usaba sus escudos y nunca se denfendía a cuerpo, si se hubiera unido a el Sol, tal vez el universo entero hubiera muerto, sin embargo Gladian era sumamente poderoso y le rebanó el cuello, se fue en picada al Océano y se quedó en el fondo, hasta hoy, el Sol baja a buscarla, sin embargo nunca logra encontrarla porque tiene que cumplir su trabajo que es iluminar, si en algún momento el Sol lo encontraba, Gladian estaría perdido, era energía pura, no podía luchar contra eso. Ambos miraron la obra, quedaron impresionados. Al día siguiente Gladian murió pulverizado.

Salmón tuvo una vez más sueños tristes pensando en su padre, eran las 5 de la madrugada y bajó a preparar té negro, era su favorito, después estaba el de arándano, lo tomó y decidió nuevamente a salir a buscar el camino, el camino que lo llevaría a la sabiduría, pero no sabía que había ni cómo era, el libro que le dejó su padre no decía mucho, sólo mencionaba un lugar lleno de sabiduría lo cual le ayudaría crecer como él. 

Esta vez llegó más lejos que el lago de Sutiló, caminó varias praderas y muchos montículos de césped, flores y árboles, se acercaba a las montañas, si llegaba a esas montañas ya no podría regresar, por lo menos hoy no, la noche lo alcanzó y era muy oscuro y peligroso para regresar. 

Puso una pequeña casa bajo unas rocas y durmió con la esperanza de que ningún vago de la noche lo encontrara, algún fantasma o demonio. 
Esta vez no hubo sueño, Salmón decidió caminar nuevamente, el viento le daba en la cara y pronto tendría que escalar la montaña, tendría que agarrarse de las piedras y aplanar bien los pies. El camino parecía corto, pero al llegar a la sima de la colina se topó con una empinada que bajaba y subía, era rocoso, los pies le dolieron, anochecía nuevamente y no se encontraba con el fondo de la empicada aún, decidió seguir caminando en la noche, estaba decidido a llegar, lograrlo, por su padre, caminó toda la noche y en algún momento mientras caminaba entre tanta roca dura, comenzó a subir, las pequeñas piernas estaban atrofiadas y la gravedad ya lo erguía, aún así el pequeño sacó una fuerza inmensa de su corazón y siguió caminando, dos días y había quedado exhausto, quedó tirado en los pies de la montaña. No podía moverse, estaba seguro que no y quedó mirando el firmamento, tenía bolsas debajo de su ojo, eso era obvio, pesaba como el hierro, el sol iluminaba, no le dolía el ojo, pero vino a su mente la memoria de su padre, ese momento en el que él sabía que moriría, Salmón lo sintió, pero no quería morir, no, aún no, y se levantó miró la montaña y se desplomó, tomó vuelo y se levantó y comenzó a escalar la montaña. Con hambre, dolor y las palmas sangrando. El pequeño tenía una voluntad inmensa, tres días más y llegó a la mitad de ese Olimpo, Salmón se tiro al suelo, famélico y sin esperanzas, era el dolor más extraño, su cuerpo había consumido gran parte de su grasa y apenas si pesaba algo, lo más grande de su cuerpo era su ojo, ardía el simple contacto del viento, era la muerte. La muerte se había equivocado en su llegada. 

Un suave silbido le invadió y una luz le cegó, se desmayó, no pudo más, tal vez no sintió el tiempo, pero despertó, el mismo día, lo dudaba mucho, pero ahí estaba vivo, algo lo había despertado. Una luz emanaba de una cueva frente a él. Era cálida y llena de esperanza, era como tocar vapor, era rico al tacto, era lindo, sus fuerzas se elevaron y el pequeño desesperanzado avanzó, entró y entró, la luz era cada vez más fuerte, completamente blanca y una voces lo invadieron.
-Mi trabajo es cuidar los libros...
El eco era retumbante, el sonido era grande y estridente, como si tres o cuatro hablaran al mismo tiempo. 
-...Aún así  morirás ante mis manos...
Sonidos huecos y de golpes, Salmón seguía caminando y de pronto un estallido que relampagueó con una fuerza que Salmón tuvo que cubrirse los oídos y seguir sordo durante varios minutos, después de que su oído regresó, el sonido seguía ahí como un mosco que sigue zumbado, el lugar era pacífico y lindo, aunque completamente blanco, no tardó mucho para que volviera todo a la normalidad, y seguir caminando, días, semanas, tal vez un mes, pero se sentía mejor, entre más caminaba más fuerza recuperaba y engordaba, se volvía normal, su cuerpo recuperaba su antiguo yo, en algún momento un punto negro se distinguió, se acercó a él y entre más se acercaba se miraba mejor una construcción, un recinto tal vez, la casa de un dios. Pero no, no era nada de eso, era un edificio con puertas de cristal y metal, como árboles. Había escalones, Salmón subió y abrió la puerta, era pesada, nada más entrar lo supo, supo que había llegado al lugar de la sabiduría. La biblioteca de  la sabiduría... y no había nadie cuidándola... 

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Eterna Felicidad

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